Nostromos vs. Covenant- Una comparación entre la saga original de Alien y la de Prometheus



Por: Ana Paula Pareja

Esta semana no es muy prometedora en cuanto a estrenos blockbuster o… estrenos en general. Además, no he tenido ni el tiempo ni el dinero de ir al cine, y asumo que ustedes tampoco. Sin embargo, fui atacada por los fantasmas de la nostalgia sci-fi y recordé que ha pasado exactamente un año desde el lujoso estreno y estrepitoso fracaso de Alien Covenant, cuya secuela ha sido canceladarecientemente por Fox. Así que decidí hacer una pequeña matatón de la saga de Alien que resultó en este no tan pequeño análisis tratando de explicar la problemática de estas nuevas entregas y si existe realmente un problema de discontinuidad con las películas originales. 




Cuando se anunció el nacimiento de Alien Covenant, el fandom de los xenomorfos se dividió en dos: aquellos que se emocionaron con la esperanza de que estas nuevas precuelas volvieran a tener el espíritu de los primeros lanzamientos y aquellos que decidieron de antemano que solo la verían si obtenían un descuento en el cine, porque tenían la seguridad de que sería una secuela de Prometeo más que una precuela de Alien. Hagamos una pequeña pausa aquí para recordar la controversia de los días de Prometheus. Lo que Ridley pensó sería una grata sorpresa para los fans, fue en realidad una gran fuente de disgusto y discusión porque los espectadores protestaron acerca de que la película no poseía casi ninguno de los ingredientes de Alien y que buscaba añadir a la saga un trasfondo y todo un nuevo marco conceptual que estaba en desacuerdo con la propuesta original.

En fin, tiempo después del estreno de Alien Covenant podemos ver los resultados: más que resolver la división, ha vuelto a crear dos bandos opuestos en el fandom. No obstante, largas horas de reflexión  arropada en mi cama (motivada tanto por el deseo intrínseco de reflexión como por el instinto primario de protegerme del inclemente frío limeño) me han llevado a la conclusión de que, en realidad, sí existe una continuidad conceptual y temática entre las precuelas y las secuelas. Alien Covenant es el punto de encuentro exacto entre ambas. No obstante, esto no quiere decir que este nuevo estreno recoge el mismo espíritu que Alien. En realidad, ambas películas abordan un mismo concepto pero desde géneros, tratamientos narrativos y audiovisuales totalmente distintos. Eso es lo que no nos permite gozar de las peripecias de Daniels como disfrutamos las de Ripley. A continuación, la sustentación pormenorizada de mi trillada hipótesis.




Comenzemos por aquellas cosas que amamos de Alien que no están en Covenant. La primera, más evidente y más problemática: las diferencias de género. No es secreto para nadie que el factor clave de la narrativa de alien es la hibridación de la ciencia ficción con el terror. Esta fórmula es lo más característico de esta y otras obras de sci-fi de la época como The Thing. La conjunción de más de un género en un relato es un recurso bastante exitoso en el cine (recordemos que hay quienes creen que la brillantez de las películas de Kubrick se basa enteramente en ello) porque permite que un espectador que acude a las butacas con una expectativa de género obtenga más de lo que buscaba ver y obtenga gratificaciones a pulsiones inconscientes que el género original no cubría. Este es el talón de Aquiles principal de Covenant, como veremos más adelante, sus recursos narrativos y visuales están bastante alejados del terror- suspenso y se acercan mucho más al canon de la ciencia ficción- acción. Si existe un género hibridado en Covenant, vendría a ser el relato legendario o bíblico. Es una propuesta bastante interesante y para nada inválida, pero no es lo que buscamos cuando queremos ver Alien.

 Al respecto, recordemos que el high concept de Alien era: “In space no one can hear you scream”, un concepto muy ligado a los elementos de terror de la película. Aunque el high concept no es el único concepto que maneja una narrativa, sí es el más importante, al menos en términos de marketing y satisfacción del público, porque es el concepto vendedor. Representa la razón por la cuál el espectador acude a ver la película. Representa sus expectativas. En este caso, la traición del high concept original representa por qué el espectador no acude a las funciones de Covenant o no satisface sus expectativas al hacerlo.



Ligadas a este cambio drástico de género están varias desiciones estéticas que constituyen la segunda gran diferencia entre El Octavo Pasajero y Covenant. Al enmarcarse en el terror, la entrega del 79 se basa en el uso del silencio, del espacio en off y de la sugestión del espectador, del montaje como principal herramienta para la construcción de la acción y de la tensión, del suspenso antes que la sorpresa. En Covenant encontramos precisamente un uso de recursos opuestos. Una espectacular banda sonora guía nuestras emociones en todo momento en vez de ese silencio espectral y torturador que generaba tanta tensión. En vez del uso del espacio en off para jugar con nuestra imaginación, mil veces más potente que cualquier efecto especial, nos encontramos con que se nos muestra más de las veces necesarias a los xenomorfos y con que cada ataque es presentado con la cobertura visual de una película de acción. Incluso, hay quienes señalan que varias escenas de este nuevo filme tienen influencias del cine gore, debido a lo explíctas que son. Mientras que, cuando surgió El Octavo Pasajero, uno de los aspectos más ensalzados por la crítica fue que el uso del off le permitía no caer en el gore.En la película original, los encuentros de Alien con los distintos tripulantes del Nostromos eran largas secuencias con un preámbulo de varios minutos antes de que la criatura aparezca o de que el personaje se enfrente  a ella. Largos minutos de intriga y tensión. Eso es suspenso. En cambio, en Covenant, estos momentos se ven reducidos a cortísimas escenas basadas en la sorpresa de la aparición repentina del xenomorfo. Vale la pena reincidir en que todos estos recursos coinciden con un tratamiento más cercano al género de la acción y la aventura que al del terror o el suspense. Incluso, hay quienes señalan que varias escenas de este nuevo filme tienen influencias del cine gore, debido a lo explíctas que son. Mientras que, cuando surgió El Octavo Pasajero, uno de los aspectos más ensalzados por la crítica fue que el uso del off le permitía no caer en el gore.

Otra diferencia sustancial entre ambas películas: Daniels no es Ripley. Evidentemente, ambos personajes no tienen que ser iguales. No obstante, es también bastante obvio que Ridley quiso que fuesen similares o al menos cumpliesen funciones semejantes. El director quiso reproducir la misma imagen de una mujer de cabello corto y gran fortaleza que supera en habilidades, razonamiento y control temperamental  a sus compañeros masculinos. Por ello, Ellen se constituyó como uno de los personajes más importantes del feminismo en la pantalla grande y todos esos elementos hacen de Daniels un personaje igualmente rico, pero el encanto del rol de Sigourney Weaver va más allá.
Al comenzar la película, Ripley no es una persona empática para el espectador, tanto por sus rasgos físicos como por su personalidad tajante. Es difícil no odiarla cuando no permite a sus compañeros de tripulación entrar a la nave por peligro de infección. No obstante, a medida que la situación se va agravando, comenzamos a identificarnos más y más con Ripley y sus desiciones duras pero cautas. ¿Por qué el personaje fue diseñado de esta manera? Porque representa a la cautela, la neurosis. La prudencia no es agradable porque es monótona y reprime nuestros deseos, pero no seguirla tiene consecuencias. Si miramos a la tripulación del Nostromos como un todo orgánico y aplicamos la teoría freudiana, Ripley vendría a ser el superyo del organismo. Aquel aspecto de nuestra psique que regula nuestras pulsiones instintivas con preceptos morales y razonamientos elaborados. En comparación, la tripulación del Nostromos pasaría a representar el “ello”, que busca satisfacer a cómo de lugar las necesidades primarias y otros impulsos del hombre como serían, en el relato, la curiosidad por explorar el planeta, la desesperación por volver a Madre con el espécimen impregnado en Kane aunque sea una desición imprudente, la obstinación por no expulsar o congelar a Kane y al facehugger por, una vez más, mera curiosidad, etc.



Cuando nos identificamos primero con la imprudente tripulación y luego con la sensata Ellen Ripley, vivimos el proceso de error-castigo que sufren los personajes de la historia. Vivimos la reprimenda de habernos dejado llevar por nuestros instintos en vez de oír la voz de la razón. Esto nos permite experimentar con mayor eficacia otro de los conceptos clave de la película (que será examinado con más detenimiento luego porque es uno de los nexos entre Covenant y El Octavo Pasajero) que es el trasfondo relativo a la ambición del hombre y su precio.

En  cambio, en Covenant, desarrollamos con facilidad desde el inicio una empatía con Daniels, al sufrir con ella la muerte de su esposo y al ver la clara incompetencia del personaje de Billy Crudup como líder. Al identificarnos con sus sensatas recomendaciones y desiciones, vemos al resto de la tripulación como una sarta de incompetentes tomando desiciones imprudentes que obviamente los llevarán a la ruina. No atravezamos el camino del crimen-castigo con ellos. Los miramos desde fuera a través de los ojos del personaje de Katherine Waterstone y esto no solo reduce la intensidad con la que vivimos la trama sino que hasta llega a afectar la verosimilitud del relato.
Una última gran diferencia entre El Octavo Pasajero y Covenant es el mismísimo Alien. El espécimen creado para la película de 1979 es descrito de manera literal en la película como “un ser perfecto, calculador, metódico”. Se esconde con sigilo y cautela para no ser visto, espera al mejor momento para atacar, sabe jugar psicológicamente con los tripulantes. En cambio, los neomorfos de Covenant son mucho más instintivos, frenéticos y agresivos. Se asemejan más a los de Alien vs. Depredador que a los de las dos primeras entregas.


Ahora, hablemos sobre los puntos comunes que darían, según mi opinión, continuidad entre las precuelas y las secuelas. Para comenzar, no me refiero a las claras referencias a la saga original que hace Covenant. La recientemente estrenada película cuenta básicamente con la misma estructura, los mismos puntos de inflexión, mismos escenarios, perfiles de personaje similares (por no decir iguales), etc. Pero, más allá de estos tributos que claramente, según lo que hemos visto en párrafos anteriores, no cumplieron su función de hacernos sentir que estábamos de vuelta en el espíritu original de Alien, hay algunos conceptos elementales de la trama que se encuentran en ambas películas, aunque sean más obvios en una que en la otra.

Muchas personas se quejaron de que tanto Prometeo como Covenant agregaban al universo ficcional de Alien conceptos temáticos fuera de lugar. Principalmente, se refieren a que se agrega un trasfondo típico de la ciencia ficción que es el precio de la ambición del hombre. Prometheus versa enteramente sobre esto, sobre el castigo por la transgresión que realiza la tripulación de dicha nave al querer conocer a sus creadores o, para efectos prácticos, “dioses”. La cruel reprimenda no solo se encuentra en el hecho de que descubren al organismo infeccioso (alien) en vez de a los Ingenieros sino que también se encuentra graficada en el personaje de David. David es, por un lado, el castigo de la humanidad al ser una creacióntan perfecta que ha llegado al punto de rebelarse (ejemplificado en su relación con Weyland, su creador directo) pero es, al mismo tiempo, otra representación de un ser con ambición porque desea trascender su naturalea robótica. Covenant retoma a este personaje y todas sus connotaciones. Acentúa su conflicto en su relación con Walter.


No obstante, ya demostramos que este concepto del precio del exceso del hombre también está presente en El Octavo Pasajero, pues la raiz de la historia es que esta tripulación paga el precio de haber tenido la ambición de explorar el planeta y al espécimen alienígena dentro de la nave bajo la temeraria premisa de que eran capaces de controlarlo. Es una manera distinta y menos explícta que la de Prometeo de jugar a ser Dios, pero es jugar a ser Dios al fin y al cabo. Al respecto, hay un aspecto bastante simbólico en Alien. Notemos que no se trata de un espécimen que se infiltre por sí solo a la nave, sino que nació por incubación dentro del cuerpo de Kane. Incluso, alguna vez en la película, los personajes se refieren al xenomorfo como “El hijo de Kane”. El hecho de que nazca de él crea toda una significación que nos connota que el Alien es un fruto de ellos mismos, de su imprudencia, de su ambición, de su pretensión. El carácter bíblico de el hombre sufriendo el castigo de Dios por haber tenido un bocado de la manzana del saber estuvo allí siempre.

Otro aspecto de Covenant que incomodó bastante a los fans es este juego de tensión sexual agregado a la trama mediante el personaje de David. Básicamente, Michael Fassbender se pasa la película besando o jurando amor hacia la mitad de la tripulación, incluyendo al otro robot interpretado por sí mismo. No obstante, este juego de perversión sexual es uno de los cimientos de Alien. No es gratuito que la incubación se de de manera oral, que los xenomorfos nazcan de los vientres de sus huéspedes como bebés, que el personaje de Ripley esté tan desprovisto de sexualidad y se enfrente a esta criatura que ataca con métodos tan sexuales, que la muerte del otro personaje femenino (Lambert) comienze cuando el Alien acaricia su pierna y sube lentamente. Incluso no es secreto que los conceptos de arte de Alien tienen influencias eróticas. Esto se debe a que, para apoyar el trasfondo mencionado en el párrafo anterior acerca de la perversión de la ambición del hombre, sobre como su deseo de saber y llegar a ser más es contranatura, Ridley utilizó elementos que corrompían conceptos como la maternidad y la sexualidad.

En Covenant, más allá de David, volvemos a ver esta perversión de la maternidad desde el hecho de que se trata de una nave de colonizadores formada íntegramente por parejas y que carga con un banco de embriones. El xenomorfo pasa a romper todo este entorno familiar con su ingreso. Lo vemos graficado con aún más claridad cuando Fassbender se convierte en una madre avícola y saca de su boca los huevos alienígenas y los coloca junto a los embriones humanos.


En síntesis, bajo mi punto de vista, no existe un discontinuidad temática o conceptual entre “Alien Covenant” y  “Alien, El Octavo Pasajero”, que es lo que según la mayoría de fans y críticos no funciona bien en las precuelas de Alien. Sin embargo, sí existen diferencias sustanciales en absolutamente todo lo demás, comenzando por el género. Se trata de dos maneras radicalmente distintas de abordar un mismo concepto. En mi humilde opinión, el abordaje del tema en El Octavo Pasajero es infinitas veces más rico, menos explícto y más efectivo (aunque estos últimos dos atributos parezcan contradecirse entre sí). No obstante, ello no hace para nada que la propuesta de Prometeo y Covenant sea menos válida o menos digna de ser vista. Sin más, los dejo para que empiecen su maratón de Alien y destruyan a la industria cinematográfica a su ausencia de asistencia a las butacas en este fin de semana.









Comments

Popular Posts